miércoles, 20 de marzo de 2019

Batalla del 19 de marzo Desde la Butaca 3 Mariano de Jesús García Lizardo 19 de marzo, 2019

Desde la Butaca 3
Mariano de Jesús García Lizardo
19 de marzo, 2019
Batalla del 19 de marzo
Si bien la “escaramuza” del 19 de marzo fue importante para la consolidación del Estado dominicano, más importantes resultan los acontecimientos políticos, generalmente soslayados.
Escribimos “escaramuza”, porque, ¿qué es lo que sucede el 19 de marzo de 1844?
El ejército haitiano, comandado por el General Chaeles Herard, estaba atrincherado desde el día antes en la villa de Azua. Tomaron posiciones en las orillas del rio Jura. Al otro día (19), entre las tropas haitianas y las dominicanas, las últimas dirigidas por Pedro Santana, se produce una refriega que dura más o menos dos horas. Luego, ambos ejércitos se repliegan, los haitianos con un mayor número de víctimas, recogen sus muertos y heridos, mientras, ya entrada la noche, los soldados dominicanos junto a la población, abandonan la Villa y se asientan al oeste de la hoy provincia Peravia (en El Maniel –hoy Ocoa- y en el actual distrito municipal de Sabana Buey).
Eso sí, Santana se cuidó de dejar tropas dispuestas en los puntos más estratégicos, especialmente en el paso del desfiladero de El Numero, en donde el general Antonio Duvergé, quedó a cargo de la defensa, evitando en todo momento el avance de los haitianos.
Este escenario de guerra fue utilizado como instrumento político por la Junta Central Gubernativa y Pedro Santana, quienes procuraron poner el contexto al servicio de sus objetivos: el Protectorado francés.
Por eso Santana se repliega, en lugar de desalojar al enemigo. Y trata de dar tiempo para que las autoridades francesas lograran mediante la negociación o la fuerza el retiro del invasor, “probando así la incapacidad de los dominicanos para subsistir libre de los haitianos, sin la protección de una potencia”.
El 31 de marzo, el Almirante francés de Moges, a bordo de la Fragata "La Neréide", se sitúa en la Bahía de Ocoa y desde allí le dirige una comunicación al presidente de Haití, Charles Hérard, en su cuartel general de Azua, conminándolo a conciliar con los dominicanos y aceptar la intermediación francesa para superar la situación. Al día siguiente, de Moges desembarca y se traslada a Azua, en donde sostiene una entrevista con Hérard.
Advertido Juan Pablo Duarte de ambiente político, pidió a la Junta Central Gubernativa que lo autorizara a viajar al Sur para auxiliar al general Pedro Santana. Su idea era enfrentar a los haitianos, y “probar la capacidad de los dominicanos para subsistir libre de los haitianos, sin la protección de una potencia”.
Duarte salió de la ciudad de Santo Domingo, el 22 de marzo de 1844 al mando de una columna organizada por el coronel Pedro Alejandrino Pina García. Llegó a Baní al otro día.
La autorización de la Junta supeditaba la actuación de Duarte a la aceptación de Santana, lo que naturalmente jamás sucedió. La presión de los Duartistas fue tal, que el caudillo seibano pidió a la Junta Central Gubernativa acelerar el proceso de búsqueda del apoyo político y militar de Francia.
Juan Pablo Duarte pidió a la Junta autorización para dirigir las operaciones contra los haitianos, pero todo lo contrario, el órgano de Gobierno ordenó su regreso a Santo Domingo.
Las guerras pasan y los que en un momento se enfrentan pueden en corto tiempo encontrarse. Ahora, lo que políticamente sustancia las guerras trasciende al día de la última batalla. El vencedor impondrá total o parcialmente su pensamiento. En este caso se confrontaban dos naciones, pero a lo interno de una –la dominicana- el escenario de guerra fue utilizada como instrumento político, de un lado, por el sector conservador, contrarrevolucionario y entreguista, por el otro lado, por los liberales obedientes a la idea de la Independencia pura y simple.
Que los haitianos hubiesen llegado a Santo Domingo, que la guerra se hubiese prolongado. Que los acontecimientos los estuviéramos contando de otra manera, uno nunca sabe. Ahora, lo que sí es históricamente cierto, es que los mejores dominicanos fueron desplazados del Poder, y jamás –salvo pequeñísimos momentos- han logrado tenerlo.
La verdad es que, Santana y aquella Junta de 1844, sembraron de desconfianza en nuestras posibilidades, se acogieron a la facilidad del entreguismo, mientras Duarte confió en la mismidad del nuevo Estado.
En los 175 años de República, poco ha cambiado. Los entreguistas se han impuesto siempre, por eso, el Poder se vanagloria y se atrinchera en la celebración de “dos horas de tiros”, pero jamás, asume la reflexión de lo políticamente trascendente: El desplazamiento Trinitario y su significado, la configuración e imposición de un pensamiento frívolo, sumiso y entreguista, y lo más importante, la inatención al pensamiento Trinitario y la proyección del pensamiento “frívolo, sumiso y entreguista” en la gestión política criolla a través del tiempo. Frívolo
Nota: Se me quedaba. En este contexto –al regresar a santo Domingo- fue que Juan Pablo Duarte produjo la primera Rendición de Cuentas de un funcionario público dominicano. ¡Hay papá!

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